LA TRISTE HISTORIA DE LA CARITA FELIZ
La carita feliz, acaso el ícono madre de tantos otros, o piedra fundamental de los emojis, parece haber estado siempre ahí, pero en realidad nació en 1963 en Worcester, Massachusetts, Estados Unidos, cuando el diseñador gráfico Harvey Ball recibió un encargo de una compañía de seguros. Luego de pensar durante unos días, en 10 minutos trazó, sobre un fondo amarillo, que le evocaba al sol, los ojos y la sonrisa, la deconstrucción del gesto más reconocible de bienestar o felicidad.
Poco antes la firma State Mutual Life Assurance, que todavía existe, con el nombre de Hanover Insurance, había comprado otra empresa, Guarantee Mutual, de Ohio, y la fusión había causado malestar entre los empleados. El vicepresidente de State Mutual, John Adam Jr., sugirió que se organizara una “campaña de amistad” y le encargó a Joy Young, asistente de dirección en ventas y marketing, que la diseñara. Young pensó en el poder de la sonrisa y llamó al diseñador gráfico para que creara “algo pequeño, que se pudiera utilizar en broches, tarjetas y afiches”, según la World Smile Foundation, que honra la obra de Ball.
Él comenzó por la sonrisa sola, pero ninguna versión que hizo le gustó. Poco después, como por una epifanía, volvió a intentarlo y le agregó los ojos y el color. Así nació Smiley.
Los ejecutivos de State Mutual quedaron fascinados. Le pagaron USD 45 por su obra y mandaron a hacer 100 broches para los empleados.
Ball también salió contento con el arreglo, que equivaldría a unos USD 380 dólares de hoy. Su empresa personal, Harvey Ball Advertising, tenía numerosos clientes que, como la aseguradora, pedían pequeños trabajos para un uso limitado, en general interno.
Luego de 27 años en la Guardia Nacional, por la cual estuvo destinado en Asia y el Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial, Ball combinaba su trabajo con su pasión por el diseño. Al regresar del frente —donde obtuvo una medalla de bronce por su heroísmo en la batalla de Okinawa— trabajó en una compañía de publicidad de Worcester, y en 1959 fundó su propio emprendimiento. No obstante, no se retiró del servicio hasta 1973, cuando lo hizo con el título de general de brigada, y permaneció en la reserva hasta 1979, cuando se retiró con el grado pleno de coronel, según World Smile Day.
Pronto la carita feliz cobró vida propia más allá de State Mutual: en 1970 se puso de moda, casi de un día para otro, y un año más tarde era la imagen más vendida de los Estados Unidos. Innumerables objetos mostraban su .
La moda pasó, como todas, pero aquí y allá la imagen se mantuvo con vida, hasta que a finales de la década de 1980 regresó con todo al centro de la escena, acompañada por numerosos símbolos y artefactos culturales de los ’60s y los ’70s, recordó My Modern Met. Sudaderas, tarjetas, autoadhesivos, llaveros: la estaba por doquier. Ball no se benefició económicamente: ni él ni State Mutual habían registrado la carita feliz. Pero nunca lo lamentó, dijo el hijo del diseñador, Charles Ball, al periódico Telegram & Gazette: “No era un tipo al que lo moviera el dinero. Solía decir: ’Solo puedo comer un bistec por vez y sólo puedo manejar un automóvil por vez’”.
Otros, sin embargo, se enriquecieron tras hacer el registro intelectual. A comienzos de la década de 1970 los propietarios de la empresa de tarjetas Hallmark, Bernard y Murray Spain, inscribieron a su nombre el diseño junto con el eslogan “Que tengas un día feliz”. Vendieron 50 millones de broches en una campaña que, además de apuntar a ganar dinero, intentaba subir el ánimo colectivo en los Estados Unidos afectados por la guerra de Vietnam. “Los hermanos se atribuyeron públicamente el crédito del símbolo en 1971, en el programa de televisión What’s My Line, a pesar de saber que Ball era el diseñador original”, señaló My Modern Met.
A comienzos de la década de 1970 los hermanos propietarios de Hallmark, Bernard y Murray Spain, registraron el diseño con el eslogan “Que tengas un día feliz”.
Los hermanos Spain no fueron los únicos que pasaron por los tribunales por Smiley. Ese mismo 1971 el periodista francés Franklin Loufrani, de France Soir, fundó The Smiley Company, que se convirtió en un gigante internacional que hasta el día de hoy posee la licencia de la carita feliz en más de 100 países. En la década de 1990, cuando Walmart quiso apropiarse de la imagen en los Estados Unidos, la firma de Loufrani dio una enérgica pelea legal.
Un poco ajeno al destino de celebridad y dinero de su creación, Harvey Ball creó el Día Mundial de la Sonrisa, que consideró su “otra idea realmente buena”, en 1999: eligió el primer viernes de octubre para dedicarlo a dar ánimo a otros y hacer cosas buenas por los demás. Creó una consigna para la celebración: “Haz una obra de bien, ayuda a que una persona sonría”. Dos años más tarde, el creativo murió.
Ese 2001 su hijo Charles trató de rescatar la creación de su padre con la World Smile Foundation, una organización que se dedica a tareas de beneficencia de pequeña escala. “Harvey Ball creía que cada uno de nosotros tiene la capacidad de marcar una diferencia positiva en este mundo, y vivió de acuerdo con esa creencia”, planteó el sitio de la fundación. “Sabía que cualquier esfuerzo por hacer que el mundo sea mejor, no importa cuán pequeño sea, vale la pena. Y él comprendió el poder de una sonrisa y de un acto amable”.